17 de julio de 2010

Equipos de leyenda: El Milan de Sacchi

Todo se remonta a finales de los ochenta. Por aquel entonces un desconocido Arrigo Sacchi entrenaba al modesto Parma que militaba en la serie B, equipo que años más tarde alcanzaría la gloria con la consecución de la Recopa en 1999 de donde salieron grandes jugadores de la talla de Lilian Thuram o Gianluigi Buffon entre otros.

El Parma dirigido por Sacchi apeó de la Copa de Italia al todopoderoso Milan y en aquel entonces el recién llegado Berlusconi se fijó en él sin más motivo que el de acabar con la hegemonía del Nápoles de Maradona que había ganado dos veces el scudetto y la Copa de la UEFA. Con el inequívoco objetivo de alcanzar la élite, para la temporada 1987/88 ficha a dos emergentes estrellas: Rudd Gullit y Marco van Basten. También es cierto que gracias a la cantera italiana contaban con estrellas como Maldini y Costacurta que, a largo plazo, terminarían siendo estandartes del club y de la selección italiana.

Con un equipo bien armado sólo quedaba ver si las cosas iban como una balsa de aceite. Pero no todo fue coser y cantar. Al principio, con un par de derrotas y unas durísimas sesiones de entrenamiento de hasta siete horas, el equipo no acababa de encontrar su tónica fuerte, el esquema parecía desdibujado e incluso se plantearon destituir al recién llegado técnico.

 

Se puede afirmar sin temor a exagerar que Sacchi revolucionó el fútbol de finales de los 80 y sentó las bases para el transcurso y evolución del fútbol moderno durante la década de los 90, practicando un fútbol italiano del que no se conocían precedentes. Supuso, sin lugar a dudas, una revolución al conservador catenaccio asociado con la racanez ofensiva y atractiva.

Lo que más le gustaba al italiano es que sus jugadores estuvieran activos, siempre en guardia pero no podían pasar un radio establecido con anterioridad, esto es, respetar las demarcaciones.  En cuanto a su defensa, estábamos ante un modelo sólido y rocoso (Maldini, Costacurta, Papin, Tassotti, Donadoni, Baresi, Desailly...) que se ajustaba más al centro del campo que a su propio portero y exigía una gran atencion y compromiso aunque, eso sí, despreocupada por los marcajes individuales. Se trataba de un fútbol especulativo en el que la defensa adelantada asfixiaba a los rivales y frenaba la posesión de éstos.

Otro punto a tener en cuenta era el planteamiento milanista del fuera de juego, entendido como un sistema táctico de gran eficacia o si no, que se lo pregunten al Real Madrid de la Quinta del Buitre. De hecho, fue tan revolucionario que la Board Internacional se vio obligada a cambiar el reglamento: Ahora, un jugador en línea no estaría en posición antirreglamentaria, como ocurría antes. Tambien aportaron el sistema del doble pivote que muchos equipos siguen usando en la actualidad.

Poco tiempo después, este Milan destronaría al Nápoles de Maradona y volvió a ser campeón del scudetto. El siguiente paso estaba en la Copa de Europa y para ello, fueron rápidos en fichar a Frank Rijkaard, un todocampista holandés, campeón, por aquel entonces, de Europa con Holanda. Formaron, de este modo, un trío holandés letal en ataque.


Así empezó la leyenda del equipo con un fútbol cada vez más preciosista y con un Baresi mucho más experimentado. La fecha clave llegaría el 19 de abril de 1989 en una eliminatoria de semifinales contra el Real Madrid. En la ida ambos equipos empataron a uno en el estadio Santiago Bernabeu pero en la vuelta en San Siro, los rossoneri le endosaron un contundente cinco a cero a los merengues.

Así accedieron a la final. Sólo estaban a un paso de hacer leyenda pero al frente tenían al Steaua de Bucarest que años atrás había ganado al Fútbol Club Barcelona en una final de infarto en Sevilla. Aún así, el conjunto lombardo le ganó cuatro a cero al Steaua y, posteriormente, ganaron la Supercopa de Europa, la Supercopa de Italia y la Copa Intercontinental. Al año siguiente revalidaron título derrotando al Benfica por un gol a cero en la final. La leyenda se había escrito.

Es una realidad. El fútbol es cíclico y los hechos lo prueban. La temporada 1990/91 sería la última de Arrigo Sacchi en el banquillo milanista. El equipo se había envejecido y un cambio de ciclo se asomaba temeroso por la escotilla. A pesar de ello, el equipo volvió a ganar las dos Supercopas y la Intercontinental, todo un hito.

Tras una triste actuación contra el Olympique de Marsella en el Velodrome en la que el equipo tuvo que abandonar el partido por un problema eléctrico en el estadio, el cuadro lombardo cerraba así su etapa más gloriosa. Se demuestra que la historia la escriben los ganadores.

 
 De la mano de jugadores de la cantera (Maldini, Costacurta), jugadores foráneos (Van Basten, Papin) y un especulador al banquillo, el Milan ganó dos Copas de Europa de forma consecutiva entre otros títulos que lo situaron como uno de los mejores equipos de la historia.

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