13 de octubre de 2010

La calle como escuela


Si nos paramos a pensar acerca de los albores de grandes estrellas como Maradona, Pelé o Figo podemos llegar a sacar conclusiones. En efecto, ninguno de ellos empezaron a relacionarse con el balompié acudiendo a una academia o escuela de fútbol de acreditada calidad respaldada con un amplio capital y gran equipamiento tecnológico. Mucho más simple. Las calles de las ciudades presenciaron cómo se divertían estos muchachos que hacían lo que mejor saben: divertirse y jugar a su deporte favorito.

A decir verdad, el fútbol se respira en cualquier contexto o situación. Si vamos por la calle paseando tranquilamente y de pronto le enchufamos un zurriagazo a una naranja inmadura que no termina de germinar, lo habremos hecho. Y sucede constantemente. ¿Lo peor? Que resulta terriblemente adictivo. Pero, en realidad, lo maravilloso de este deporte se encuentra en los pocos soportes técnicos e infraestructura que requiere. Piénsalo. Cuando queremos disfrutar de una sesión de baloncesto o tenis, una canasta nos será imprescindible. Una pelota que bote correctamente no nos vendría mal, por no hablar de una raqueta.

En fútbol todo es distinto. Basta con tener un balón y algo que sirva de portería. Por balón se entiende cualquier cosa que ruede, sea lo que sea. Un par de árboles alineados desempeñarán el papel de portería, o un banco, o un columpio. El repertorio de posibilidades es extenso.

Recuerdo perfectamente que cuando era niño no me gustaban los bolos. Y creo que todo empezó cuando mis padres trataron de explicarme que no se podía jugar con los pies. A esos señores de plástico y cintura redondeada había que derribarlos usando las manos pero yo no lo terminaba de entender.

En las pistas de los colegios, en plazoletas, calles e incluso descampados es donde se respira la esencia del fútbol. Y es precisamente allí donde forjamos nuestra personalidad futbolística. Un sitio en el que la decisiones son tan fáciles como jugar a piedra, papel o tijeras. El grito de guerra consiste en un: el último que toque el palo se pone. Estas condiciones también dictaminan la duración de los partidos que se resume a dos reglas básicas: o cuando se vaya la luz o cuando el cansancio y hastío nos invada.

En lugares así fue donde Figo, por ejemplo, comenzó en el mundo. Las ajetreadas calles lisboetas vieron con sus propios ojos como el portugués se juntaba con amigos mayores que él y cómo brillaba el astro luso. Al otro lado del charco, el Pelusa dejaba atrás los suburbios de Buenos Aires para ingresar en la élite del balompie y salió, de este modo, de una de las zonas más problemáticas de dicho país. Las favelas brasileñas fueron el escenario en el que futbolistas cariocas como Ronaldinho o Robinho enseñaron al mundo la calidad que atesoraban sus botas. En la calle, no puedes esconderte tras la decisión del árbitro.

Sin embargo, no todo es bueno. A lo largo de mi vida, he visto determinados comportamientos que se repiten en una pista. Muchos de ellos estrictamente deportivos, otros de base.

El primero de ellos deriva de un problema logístico. Tranquilos, lo explicaré. Dadas las dimensiones de una pista estándar de un colegio que no superan los sesenta metros de largo, el terreno de juego se asemeja más a una pista de fútbol sala. En la práctica, vemos como muchas veces jugamos con esos odiosos balones más duros que el cuerno de un mamut. Adicionalmente, dichos esféricos dificultan mucho el juego aéreo. Pero ésa es la realidad. Obviamente, si pusiéramos una pista de fútbol once en un instituto de barrio, no habría sitio para el centro educativo en sí. Aunque cueste creerlo, no tengo nada en contra del fútbol sala. Yo mismo juego a él con mucha frecuencia. Lo que no me gusta es la gran presión a la que te somete el achique de espacios y la tormentosa dificultad para jugar cómodamente el balón.

El otro es más intuitivo. Básicamente, hablo del mal ambiente surgido en algunas pandillas de muchachos, en general, pequeños a causa de las faltas de respeto que surgen. Como digo, a medida que se crece, todo eso va desapareciendo pero en algunos casos no. El caso más normal es el de poner de portero al más malo del equipo. Hace muchos años, viví situaciones de este tipo que me obligaron a coger al toro por los cuernos y concebir un sistema de fútbol basado axiomáticamente en los valores que derivan de una gran armonía y respeto entre todos. Afortunadamente, puedo decir que me rodeo de gente así que me ayudan a aprender y mejorar día a dia, ¿Dónde? En la calle, claro.

2 comentarios:

  1. ¿Y a quien no le suena todo esto? Esa es la pureza del futbol, amigo, jugar por diversión o, como en mis sueños, hacerlo por diversion y por mostrar lo mejor de mi.

    La verdad, lo suyo es ese futbol callejero donde todos compartan el mismo interes. Sin esa pureza, el futbol no seria humano, seria mecanico, y en la élite, lamentablemente, esto junto con contratos, fichajes, clausulas, derechos de imagen... hacen feo a todo lo antes citado y alegremente recordado.

    1 Abrazo muy fuerte y enhorabuena por el blog

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  2. He puesto lo que llevo viendoy tienes razón. El marketing y todo eso eclipsa lo bueno.

    Muchas gracias tío xD

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