25 de noviembre de 2010

Hasta siempre, Pirula


Este inciso es algo obligado y sé que, dondequiera que esté, echará un par de minutos para leerlo. Es mi particular homenaje a alguien que tristemente nos dejó esta semana. No hablo de ningún personaje del mundo de la actualidad futbolística ni de ninguna vieja estrella del panorama europeo. Mucho más simple. En esencia, hablo de un amigo, compañero, bético y de una persona formidable.

Sin estridencias, ni aspavientos al aire, ni cosas de esas. Lo haré a mi estilo. Porque, nos duela o no, la vida es así. La única condición para morir es estar vivo. Era una persona a la que yo conocía del barrio y amigo de la infancia de mi padre. En un principio, era lejana a mí pero proyectaba cercanía. Tenía bien entendido que era bético de cuna y gran conocedor de la materia futbolera. Yo tenía quince años cuando empecé a tratarlo con mayor profundidad. En esa época yo experimenté un cambio de ciclo importante en mi vida y tuve que operar grandes cambios en ella con frutos beneficiosos, por suerte. Por aquellos días, mis conocimientos sobre el deporte rey eran más bien discretos dado que mi afición había comenzado hacía escasamente un año. En ese momento, por azares del destino, nuestros rumbos coincidieron y fue realmente una gran fortuna. Me dejó claro que lo superficial no sirve para nada y que, en fútbol, las cosas no son así. Hay que ir más allá y abandonar esa mentalidad de escasez porque el fútbol es algo que enriquece tu vida pero nunca la abarca por completo.

Gracias a mi amigo, comprendí lo importante del juego, lo que perdura y lo que nos hace feliz. Aprendí a verlo todo de una manera más natural y desinteresada, conocí el importante rol de la historia del fútbol para entenderlo con nitidez y, a nivel anecdótico, me empollé todos los estadios de España, desde el Villamarín hasta Las Gaunas, pasando por El Plantío...

Mi madurez aguardaba salir de la crisálida de la pubertad. No es que ahora sea una mariposa que bate sus alas con armonía, que conste, pero comienza a emprender su vuelo. Otra importante lección que aprendí es que ante todo somos personas y así queda plasmado en el terreno de juego. Puedes ser una estrellita mundial pero de poco te servirá después de una bronca con tu parienta. Por supuesto, siempre vio las cosas con un particular sentido del humor entonando su típico güeno's mal tras una ocasión de los rivales. Recordemos que esto se trata de un juego y la finalidad del mismo es divertirse. Se puede decir que supuso mi pasaporte hacia la concepción del fútbol desde una óptica crítica e incipientemente madura.

Tras haber pasado por las filas de clubes como Borussia Dortmund, Galatasaray, Trabzonspor, Olympiakos y Panathinaikos, tuve la dicha de que esta extraordinaria persona aconteciera en mi vida. Puedo asegurar con rotundidad que lo que soy en el fútbol y gran parte de lo que soy en mi vida se lo debo a él. Me contaba como los defensas de Portugal lesionaron a Pelé en el Mundial de Inglaterra en 1966 y, cómo en el mismo, la flamante selección lusa de Eusebio le endosó un 3-5 a Corea tras un 3-0 inicial. Todo ello mientras me recitaba de corrillo la alineación ganadora del Real Betis Balompié de la Copa del Rey en 1977.

De estilo sensible pero alegre al mismo tiempo, jovial pese a su evidente madurez y carismático, este es mi último adiós a un excelente amigo que dejó huella en mi vida.

Hasta siempre, Luis.

1 comentario:

  1. Tambien es cierto que nunca se muere cuando se es recordado, y gracias a ti siempre estara entre nosotros ;)

    ResponderEliminar