30 de abril de 2012

La vergüenza de España


Estás a punto de zambullirte en uno de mis corrosivos artículos. Si eres madridista o simpatizante del equipo merengue, te aconsejaría que no siguieras leyendo más allá de este párrafo. Entiéndeme, la salud es lo primero. Para el lector que sienta los colores, este artículo puede tener indeseables efectos para su vida cotidiana. Y ya sabemos que lo malo es lo único que se pega...

Empezaré suave. En primer lugar, hay que darle la enhorabuena al Real Madrid por el merecido título de Liga que han cosechado. El torneo doméstico es la competición de la regularidad y, para cantar el alirón, un equipo debe ser constante desde agosto a mayo, sin tregua ni concesiones. El Barcelona perdió vitales puntos que, por su parte, el Real Madrid sí ha sabido aprovechar como es debido. ¿Número excesivo de penaltis pitados al Madrid? Tal vez, pero qué mas da. Es el Real Madrid.

Les felicito. Ante todo, soy deportista. Dicho esto, te pediría, querido lector, que visualizaras el momento en que el Real Madrid ganó al Barça en el Camp Nou. ¿Qué ocurrió después? Sí, además de que sonara el himno del Barça... No, nadie le metió el dedo en el ojo a nadie. No hubo tánganas ni patadas fruto de la impotencia. Tampoco se sucedieron un recital de agresiones desmedidas. ¡Qué extraño! ¿Qué ocurrió entonces?


Con toda probabilidad, sonará extraño, pero el Barça ha perdido. No es una imagen a la que estemos acostumbrados pero así es el deporte. Lo realmente atractivo del fútbol es precisamente lo cambiante que es. Se puede pasar de la cumbre del éxito, divisando todo desde una narcótica nube de victorias, a un cúmulo de dolorosas derrotas que pueden dar al traste con toda una temporada. Es lo que hay...

Pero aún no he respondido a la pregunta. ¿Qué sucedió después de que el Barça perdiera ante el Real Madrid? Paradójicamente, sí se cumplió lo que se corea en el himno del Real Madrid: Cuando pierde da la mano... El Barça dio la mano, no la pisó, felicitó al rival, el público gritaba a los cuatro costados ¡Barça! y no se observó ninguna posible tentativa de pique, pelea o disconformidad. El Real Madrid, por su parte, presume de señorío pero los señores Mourinho y Cristiano se están encargando incansablemente de tirar por la borda 110 años de mítica historia.

Cataluña es un país civilizado que sabe dar la mano cuando pierde. Es muy fácil arremeter contra el colegiado cuando el resultado no es del todo favorable. Ésa es la opción sencilla. Curiosamente, no se han observado tediosos Trending Topic's con el ufano lema #RoboAlBaça. El seny de Cataluña y los valores del Barcelona trascienden lo deportivo. La semana oscura del barcelonismo de aderezó con la pecaminosa derrota ante el Chelsea. Había que guardar silencio. La Décima estaría a punto de llegar... o, tal vez, no.


Las campañas de desprestigio patrocinadas por Marca y Punto Pelota habían comenzado. Diez años después, el Madrid sigue buscando su Décima Copa de Europa, como el equipo pequeño, la permanencia. Para variar, se les hace oídos sordos a los equipos que osan interponerse al paso del mejor equipo del siglo XVI. ¿Qué diablos importa que el Bayern de Múnich, con cuatro Copas de Europa, se cruce en el camino? El Real Madrid irá a Múnich, valga la redundacia...

Como diría aquél, va a ser que no. El fútbol y, por extensión, el deporte, nos ha enseñado a respetar el aforismo No hay que vender la piel del oso antes de cazarlo. Toda la prepotencia, erigida sobre montañas de presuntuosidad y edulcaradas con una pizca de los siempre nutritivos productos lácteos de La Central Lechera se desmoronaron como castillos de naipes. 

Cristiano Ronaldo queria emular a Messi. Por una vez, lo consiguió. Falló el penalti decisivo en la tanda como hiciera La Pulga un día atrás. El disparo fallido de Ramos mandó la Décima a la décima galaxia paralela y el errático Kaká siguió coronándose como la eterna promesa. Salvaría a Casillas, con dos sufridas paradas que no valieron para comprar el billete a Múnich. Un ensordecedor silencio se apoderó del Bernabéu. Había que romper esa crispada atmósfera para espetarles en sus encolagenadas caras: La prepotencia se paga. No se puede acceder a una final de Champions fallando tres penaltis. Lo siento, no quería decirlo pero, así es el fútbol.


Decía Einstein que la práctica derrumba la teoría. En el fútbol, la analogía consiste en que las actuaciones sobre el césped derrotan a las palabras. De hecho, el mítico Rivaldo era ese tipo de jugador. Jamás contestaba a la críticas. Éstas caían secas como la hojarasca con sus formidables actuaciones en el campo. Algo así ocurre en el Barça. Yo no entiendo por qué Mourinho no esperó al árbitro esta vez en el párking del Camp Nou. De verdad que no entiendo...

Así pues, los ambientes respirados en el Camp Nou y en el Bernabéu tras la derrota son muy dispares. En el primero, se asume y se confía en el proyecto y la filosofía. Los árbitros ni se mencionan. En el Bernabéu, se vilipendia al colectivo de los árbitros, sectores de la grada piden la destitución de Mourinho, se vitupera a los jugadores y así podríamos seguir. 

Os dejaré a cuadros. Prefiero que el Madrid gane. Mourinho me tildaría de hipócrita pero no me llena chorrear -recordemos el 2-6 y el 5-0, que decían que era injusto- si este grupo de indeseables, perpetrados por un sólido imperio mediático, por llamarlos de algún modo, se dedican a empañar todas las victorias culés con sus sonrojantes actuaciones. No saben perder. El Real Madrid es un insulto para el deporte. Jamás debería haber existido un equipo así. Para concluir, un dato: las tánganas en los clásicos sólo se suceden tras las derrotas merengues. ¿No me creen? Ahí están los vídeos...

Fútbol Club Barcelona, grande cuando gana, pero aún más grande cuando pierde...

27 de abril de 2012

Gràcies, Pep


Era un secreto a voces. Tras las dolorosas derrotas la última semana ante Real Madrid en Liga y Chelsea en Champions, todo se veía venir. Era una realidad evidente que, si te pareces a mí, no querías afrontar. Ahora, ya es un hecho irrevocable. Pep se va. No renovará su contrato que lo vincule un año más con el Barcelona. No sorprendió a nadie. Su sustituto en el cargo será su compañero y actual segundo entrenador en el club, Tito Vilanova.

Era algo más de la una del mediodía. Una abarrotada sala de prensa se hacía eco de las firmes palabras de los presentes. De izquierda a derecha, aparecían Pep Guardiola, Sandro Rosell y Andoni Zubizarreta. Entre el sollozo de los flashes, Pep se dirigía a esa prensa a la que trató con tanto cariño los últimos cuatro años para comunicarles su decisión. La situación era distinta, su gesto compungido, Rosell con el semblante serio. La prensa comenzaba su avalancha de preguntas y explicaciones.

Estoy cansado. Así se manifestó Pep Guardiola. No me encuentro con fuerzas ni con ilusión para permanecer una temporada más en el club. Los jugadores de la plantilla conocían la situación desde hacía una hora escasa, tras el entrenamiento. La decisión es inamovible. El entrenado catalán ha declarado además que, por el momento, no entrenará a otro club. Será un período para reflexionar y, sobre todo, para descansar.


Se va tras haberlo ganado todo. En su cabeza aún resuenan temerosos los recuerdos de su salida como jugador. Fue en un lejano año 2001, época en la que el Fútbol Club Barcelona se encontraba inmerso en una profunda y aletargada crisis deportiva e institucional. En esta ocasión, Pep lo tenía claro. Se iría por la puerta grande, sin nada que reprocharle, con la magnificencia de un líder y amigo que pasó de ser un humilde entrenador de Tercera División a un humilde entrenador campeón de absolutamente todo.

La decisión del de Santpedor estaba tomada desde el pasado mes de octubre. Era algo premeditado minuciosamente. Ni los propios jugadores ni su propia familia la conocían. Ser entrenador durante cuatro años del Barça son una eternidad, declaró ante los medios en su multitudinaria despedida. A ella acudieron los pesos pesador del club: Xavi, Valdés, Puyol, Iniesta, Piqué, Cesc y Busquets. El gran ausente fue Leo Messi que no podía controlar la emoción que le embargaba para agradecerle tanto al entrenador que se lo dio todo.

Pep elevó a la máxima potencia los valores del Barcelona. Aunó cantera con la célebre filosofía del club. Los títulos lo respaldan. El pamarés de Guardiola es sencillamente impresionante: Tres Ligas, una Copa del Rey, dos Copas de Europa, tres Supercopas de España, dos Supercopas de Europa y dos Mundialitos de Clubes, amén de la final de Copa del Rey del próximo 25 de mayo en el Vicente Calderón. Pep volverá a la competición con la que comenzó todo. Contra el Athletic de Bilbao el 13 de mayo de 2009 comenzó a gestarse un equipo de leyenda. Se cierra el círculo glorioso. Nada será lo mismo sin ti, Pep. El Barça seguirá, Tito lo hará bien pero nadie podría regalarnos tu atrevida y socarrona sonrisa en salas de prensa. El fútbol te devuelve lo que le das. Ojalá se cumpla el aforismo. Se fue el hombre, comienza el mito...


Gràcies, Pep, i molta sort!

19 de abril de 2012

Equipos históricos: Francia 1984


La Eurocopa más espectacular de todas fue, sin duda, la de Francia 1984. En cuanto al formato, fue una edición importante, puesto que se implantó la ronda de semifinales en este torneo y desapareció el partido por el tercer y cuarto puesto. Muchos de los grandes jugadores de la década de los ochenta se reivindicaron en esta Eurocopa, pese a que selecciones habituales como Italia, Inglaterra y URSS no acudieron al certamen.

La anfitriona Francia organizó un torneo sin precedentes. Hasta siete estadios se habilitaron para albergar la fase final de la Eurocopa. Aún faltaban catorce años para que Saint-Denis abriera sus puertas pero Parc des Princes (París), Felix Bollaert (Lens), la Beaujoire (Nantes), Stade Gerland (Lyon), Stade Geoffroy-Guichard (Saint-Etienne), la Meinau (Estrasburgo) y Vélodrome (Marsella) fueron las sedes designadas para esta Eurocopa.

Fue una atractiva competición en la que brillaron grandes selecciones de la década de los ochenta que cautivaban al mundo mediante su rutilante juego. Así pues, el cuadro de semifinales, ronda inédita hasta entonces en esta competición, estaría compuesto por la veloz Portugal de Jordao que caería ante Francia en semifinales con un intratable Platini que firmó una bella vaselina, la gran Dinamarca de Larby y el mago Laudrup que sería doblegada por España desde los once metros. Alemania, eliminada por España, sería la gran decepción del torneo. La selección española de Arconada y Maceda yacieron en una final veinte años después en la que Platini rompió en añicos el gran sueño español tras haber logrado lo imposible en la indeleble goleada a Malta en Sevilla. 


Francia, ausente en la edición anterior, acudió a esta Eurocopa ejerciendo su derecho de anfitriona. Con Michel Hidalgo en el banquillo, contaría con un equipo de ensueño, comandado por un capitán de lujo como Michel Platini. Atrás sonaban los ecos de la cruel derrota en Sevilla contra la Alemania de Rummenigge, Shumacher y Littbarski en las semifinales del Mundial de 1982. Platini armó un equipo sobre el esqueleto de una selección perdedora, con las vitrinas vacías y que firmó una discreta participación en el Mundial de Argentina 1978, una ausencia en la Eurocopa de Italia 1980 y un cuarto puesto en España 1982.

A fin de resarcirse de tan cruel derrota en el Mundial anterior, el combinado francés mostró su gran superioridad en la Eurocopa de 1984 en la que compartió grupo con Bélgica, Dinamarca y Yugoslavia. Nada pudieron hacer contra el equipo de Platini, Giresse, Battiston, Tiganá, Bellone y Luis Fernández. Este último había logrado la titularidad para ganar consistencia en el centro del campo y hacer más sólida la medular. Era el tipo de jugador que hubiera necesitado Francia en la semifinal de Sevilla. En semifinales, un repleto Vélodrome con 55.000 espectadores contempló una semifinal de infarto contra Portugal con dos goles de Domergue y uno de Platini.

Michel Platini, único jugador del plantel con experiencia internacional, lideró un equipo que ganó la Eurocopa en su propio suelo. Anotó nada menos que nueve goles en la competición, incluyendo dos hat-tricks contra Bélgica y Yugoslavia, ambos con el pie izquierdo, el derecho y de cabeza. Dicho sea de paso, en este torneo, su rendimiento físico fue óptimo. Como todo buen jugador francés, la irregularidad es un rasgo inherente. En el Mundial de España 1982, arrastraba problemas en la ingle y en el Mundial de México 1986 sufría una bursitis. La Eurocopa de Francia fue el escaparate en el que Platini mostró su mejor nivel.


Les Bleus de 1984 pulieron algunas impurezas del equipo del Mundial anterior. Decididos a alcanzar la gloria, un portero de talla mundial como Joël Bats era una garantía bajo palos. El frágil doble líbero del Mundial 1982 evolucionó a una defensa más elaborada, segura y férrea con Patrick Battiston e Yvon le Roux. Le carré magique (cuadrado mágico) era la disposición táctica de Francia en el centro del campo, erigida en torno al equipo de 1982, aunque aún hay mucha controversia en relación a la naturaleza de esta disposición táctica, dado que ni los propios periódicos franceses se ponían de acuerdo. En este cuadrado con mucha movilidad se encontraban Luis Fernández, Jean Tiganá, Alain Giresse y Michel Platini, atorando la salida del rival y abriendo espacios.

La exorbitante visión de juego de Platini era, por así decirlo, la punta del iceberg del cuadrado. De sus formidables pases y su visión periférica nacían auténticas jugadas de peligro del combinado francés. La delantera, con dos puntas, estaba ensamblada por Bruno Bellone y Bernard Lacombe. El técnico Michel Hidalgo había apostado por una delantera maleable en la que Michel Platini también hacía las veces de delantero o, mejor dicho, de falso delantero. Permutaba su posición con otros jugadores, de modo que se podía sumar al ataque rápidamente. También, podía partir de banda a modo de falso interior. De hecho, Platini fue el máximo goleador de esta Eurocopa con la friolera de nueve goles, un dato que nadie se ha atrevido a igualar.

Sin duda, el partido que resume la esencia de esta selección fue la semifinal ante Portugal de Jordao, Chalana y Joao Pinto en el Velodrome de Marsella. Considerado el mejor partido de la historia de la Eurocopa, Francia y Portugal se midieron a orillas del Ródano para dilucidar qué equipo pasaría a la gran final de París. Jordao, el líder de Portugal, había pasado por el Real Zaragoza y se encontraba en la recta final de su carrera. A excepción del delantero portugués que militaba en el Sporting de Lisboa, todos los integrantes de la selección lusa formaban parte del Benfica y Oporto. Portugal era un equipo técnicamente increíble y tuvo por momentos contra las cuerdas a la anfitriona. Les Bleus no se sentían cómodos en semifinales, quizá por su carácter no ganador y por los tenebrosos recuerdos de la semifinal de Sevilla en el Mundial 1982.


A pesar de esas autolimitantes creencias, Francia se adelanta por medio de un libre directo que Domergue coloca en la escuadra de Manuel Bento. El papel de Luis Fernández fue fundamental al darle más movilidad al Carré Magique y hacer más solida la medular. Alain Giresse, otra de las estrellas de esta Eurocopa, brilló con luz propia en esta semifinal. A Francia el camino a la final se le complicaría con el gol de Jordao. Así las cosas, el partido se prolongaría 30 minutos para dar comienzo a una de las prórrogas más épicas que se recuerdan en la historia de este deporte.

Con ambas selecciones volcadas al ataque, esta prórroga sería un ir y venir de los dos equipos. Una prórroga a la altura de la que tuvo lugar dos años antes en Sevilla y que pronto pudo solucionar Platini, aunque el balón encontró como destino los guantes de Bento. Minutos después, el héroe se encontraría en la otra portería. Joel Bats le detuvo un cabezazo a Nené, tras hacer una no menos atractiva palomita. ¿Alguna vez han escuchado la expresión Marcar un gol a lo Jordao? La explicación se remonta a este partido. Tras un centro de Chalana, Jordao remata de volea, botando el balón contra el suelo en el disparo. Con el marcapasos a punto de estallar, Domergue nuevamente marcaría, esta vez, el empate. Los penaltis, como en la semifinal dos años antes, acechaban a la vuelta de la esquina. Pero no sería así. Un genial cambio de ritmo de Tigana lo llevaría hacia la línea de fondo. Allí, le entregaría un pase de la muerte a Platini que marcaría a placer. El crack del certamen siempre estaba en el lugar adecuado para marcar. Serían los dos únicos goles que Domergue, un lateral, marcaría con la selección. Curiosamente, fue algo similar a lo que pasaría con otro lateral, Thuram, que también marcaría sus dos únicos tantos como internacional en otra semifinal, en la del Mundial de Francia en 1998.

Francia llegaba a la primera final de su historia con la intención de estrenar sus polvorientas vitrinas. El equipo respondió bien a la presión, por el hecho de disputar un torneo en casa. Tan bien lo haría que doblegó a España en la final de París en la que el inolvidable gol que encajó Arconada se convertiría en el triste protagonista de la noche. Bruno Bellone en la recta final del partido marcaría el segundo gol que destrozaba las esperanzas de todos los españoles. Este torneo es especialmente recordado por ser el primer gran título a nivel continental de Francia y la recompensa a la funesta derrota ante Alemania dos años antes en el Sánchez Pizjuán. La supremacía de Platini estaría impresa en la superioridad de esta mítica selección. Un logro a la altura de un líder como Michel I de Francia...


Porteros:  Joël Bats (AJ Auxerre), Philippe Bergeroo (Toulouse FC), Albert Rust (Sochaux); 

Defensas: Manuel Amoros (AS Mónaco), Patrick Battiston (Girondins de Bordeaux), Maxime Bossis (FC Nantes), Jean-François Domergue (Toulouse FC), Yvon Le Roux (AS Mónaco) y Thierry Tusseau (Girondins de Burdeaux) 

Centrocampistas: Luis Fernández (Paris Saint-Germain), Jean-Marc Ferreri (AJ Auxerre), Bernard Genghini (AS Mónaco), Alain Giresse (Girondins de Burdeaux), Michel Platini (Juventus) y Jean Tiganá (Girondins de Burdeaux) 

Delanteros: Bruno Bellone (AS Mónaco), Daniel Bravo (AS Mónaco), Bernard Lacombe (Girondins de Burdeaux), Dominique Rocheateu (Paris Saint-Germain) y Didier Six (FC Mulhouse).


Fuentes: Pep (8/5/2007) Fútbol Champagne. Blog Fútbol Ochentoso; Eurocopa de Francia, 1984. Web Eurocopa.de.

15 de abril de 2012

Catenaccio: el antifútbol


Hubo quien dijo que fútbol son goles. Son la esencia del juego, el objetivo de todo equipo. Obviamente, todos los equipos buscan la victoria. Lo que ocurre por norma general es que no todos las sendas para alcanzarla son idénticas. Los aficionados recuerdan gratamente a las escuadras con equipos gloriosos y que practican un juego vistoso y atractivo. En esta línea, circulan la Brasil de Pelé, la Naranja Mecánica o, en la actualidad, el Barça de Pep Guardiola.

En realidad, un fútbol prodigioso no se podría explicar sin la existencia de jugadores habilidosos en jugadas en corto y con un amplio repertorio técnico. El fútbol está configurado para rentabilizar un sistema de juego que propicie ocasiones de ataque. No hay otra. Como es de esperar, no todos los equipos sientan las bases de su ataque bajo el mismo entramado defensivo. De hecho, la forma de defender del Barcelona se basa en una abrumadora posesión, en general, alejada de las zonas comprometidas de la defensa. Otros equipos más conservadores difieren absolutamente de esta percepción de defensa. Como no podía ser de otro modo, hablamos del Catenaccio.

Es una expresión comúnmente vinculada a equívocos. Estas errores proceden, en general, de una falta de criterio evidente y a la tendencia en catalogar equipos como netamente defensivos u ofensivos. Por ejemplo. ¿Cómo va a jugar a la defensiva? Si tiene a Raúl y Víctor en bandas; Seedorf y Redondo en el doble pivote; y Mijatovic y Suker en punta? (Real Madrid, temporada 1995/1996). Para saber cómo es un equipo, hay que tatuarse esta frase que suele ser paradigma para conocer equipos, por muy absurda que nos parezca. Dime como atacas y te diré si eres defensivo; dime como defiendes y te diré si eres ofensivo.


Entonces, ¿Cómo distinguir a un equipo defensivo de otro que no lo es? En resumidas cuentas, el estilo de juego de un equipo difiere del esquema táctico establecido y del perfil de los jugadores presentes en él. En general, los entrenadores son muy dogmáticos y conciben su modelo a rajatabla. Difícilmente se adaptan a otros sistemas que no son de su agrado. Una excepción a la norma es Rafa Benítez que mostró su faceta ofensiva en Valencia para luego dirigir a un Liverpool bastante defensivo.

A grandes rasgos, un equipo difusor de Catenaccio raramente llevará la iniciativa. Para jugar a la defensiva, hay que entregarle la pelota al rival. Se trata de un fútbol reactivo en el que la actuación del equipo defensivo depende en gran medida del papel del contrincante. La posesión es algo pernicioso para ello. Muestra sus limitaciones técnicas y la poca capacidad para solventar un partido mediante este tipo de acciones. Si se observa desde una perspectiva cenital, veremos que el portero y los defensas se presentan como un bloque muy compacto que deja al punta muy desterrado en la línea ofensiva.

Estos equipos tan pragmáticos atacan con pocos hombres y de forma directa. Para salir de atrás, lo harán mediante un balón en largo y diagonal a la espalda de los centrales. De este modo, al salir sin conducción y en vertical, los defensas no acusarán el desgaste físico y podrán volver nuevamente a sus labores defensivas, sin perder la zona ni el marcaje. A veces la salida es aérea. Con esto se garantiza no perder el balón en zonas comprometidas. La prueba de ello será la no aparición de los defensas en los festejos del gol. Todos quedan en la retaguardia y no se puede perder la posición.


Para ganar hay que defender y defender; luego, el resto. Así se manifestaba Didier Deschamps, campeón del Mundial 1998 y de la Eurocopa 2000. Parece evidente que jugar en la Juventus y en la selección francesa genera hábitos incuestionables. Los jugadores elegidos para equipos amarrategui serán delanteros muy resolutivos que cacen y anoten las pocas ocasiones que dispongan. Además, el equipo defensivo deberá tener un defensa central adherente en el marcaje y contundente en su juego. Un mediocentro defensivo muy expeditivo y un recuperador de balones aparecerán en la mitad de la cancha. Los jugadores deberán ser fuertes físicamente, de gran envergadura y seguros en el juego aéreo.

Los orígenes de este sistema de juego se remontan muchas décadas atrás. Allá por los años 30, el sistema WM estaba presente en todos los equipos y así se mantuvieron las tornas durante aproximadamente tres décadas más. Su nombre deriva del dibujo que forman la disposición de los jugadores sobre una pizarra, a semejanza de estas dos letras. Se trata de un estilo de juego altamente ofensivo hasta cotas en las que la inseguridad defensiva llegaba a ser preocupante. Se fraguó el aforismo: La mejor defensa es un buen ataque.

No sería hasta los años cincuenta, cuando el paradigma futbolístico yacente en los entrenadores dio un giro inesperado. Ahora la cuestión de marcar muchos goles dejaría de cobrar relevancia. La clave estaría en saber evitarlos. Sentadas las bases ideológicas, con esta idea se gestaría lo que hoy día conocemos como Catenaccio. La importancia del trabajo defensivo, junto a la exorbitante capacidad ofensiva, fueron los principales ingredientes del sistema 4-2-4. El oasis de los equipos amarrategui lo constituyeron dos de los equipos más grandes de la historia: la selección de Hungría de los 50 y Brasil de 1958.


Todo en la vida posee un talón de Aquiles. Como en cualquier historia que se precie, tanta perfección empieza a ser sospechosa. El rigor táctico del 4-2-4 entendía como obligatorio el marcaje por zona. En una época en la que abundaban los extremos, éstos causaban tormentos en sus constantes acometidas por banda con balón dominado. Los especulativos defensas poco podían hacer salvo sucumbir ante un titánico torrente ofensivo. El sistema 4-2-4 comenzó a hacer aguas....

Nereo Rocco, padre del Catenaccio, ideó un revolucionario sistema defensivo en 1961, año en el que fue contratado por el Milan. En su época de jugador ya había pensado sobre dicho sistema pero lo pondría en práctica como técnico del conjunto lombardo. En realidad, Rocco heredó el Catenaccio de manos de la selección de Suiza de 1938. Su seleccionador, Karl Rappan, había jugado en el Rapid de Viena y fue internacional austriaco, antes de ser nombrado seleccionador de Suiza en 1937.

Tras eliminar a Portugal, Suiza cobró el billete para acudir al Mundial de 1938, celebrado en Francia. Rappan, verdadero impulsor histórico del Catenaccio, experimentó un modelo basado en un sólido trabajo defensivo. Riegel, en alemán, o Verrou, en francés, este modelo consistía en restar un atacante de la línea ofensiva e incorporarlo por detrás de los defensas centrales que ejerciera la labor de no perder de vista al delantero rival, a modo de defensa escoba. Suiza empató con Francia en París, al mismo tiempo que ese sistema sobrecogía a los aficionados y periodistas. En el partido de repetición, Rappan colocó a Minello de defensa escoba y Aeby como extremo izquierda. Rappan sería designado ciudadano suizo ad honorem.


Rocco conocía este sistema y lo patentó bajo el nombre de Catenaccio en su aventura como entrenador del Milán. Ideada para no sufrir contratiempos, consiste en la demarcación de los marcajes individuales hombre a hombre y en la existencia de un defensa escoba (líbero), libre de marca, que juega por detrás de la línea defensiva. Además, el uso generalizado del líbero proporcionaba al equipo una visión panorámica que indicaba a sus compañeros cómo dejar al delantero de posición de fuera de juego.

El Catenaccio está pensado para aquellos que creen que el fútbol requiere una seria y pragmática planificación ofensiva. Por el contrario, es resistida por los que piensan en buscar la portería incansablemente. No prescinde del apartado ofensivo pero este no podría explicarse sin un férreo planteamiento defensivo. Al sacar el balón jugado en el contraataque, debe contar con extremos y delanteros muy rápidos para plantarse en el área rival en superioridad numérica. Su traducción del italiano significa, literalmente, cerrojo.

En la vieja escuela transalpina, el Catenaccio empezó a causar estragos. Fue severamente criticado por dinamitar el espectáculo y elevar la previsibilidad del juego. Con el paso de los años, se ha convertido en un sinónimo de éxitos en el fútbol italiano. De hecho, Nereo Rocco conquistó con el Milan el Scudetto y la Copa de Europa en 1963. Dicho sea de paso, mediante las bases del Catenaccio, Italia ganaría la Eurocopa de 1968 y el Inter de Milán, dirigido por Helenio Herrera, ganaría dos Scudettos y dos Copas de Europa en 1964 y 1965. Italia alcanzaba la gloria mientras aburría al mundo con un fútbol extremadamente resultadista...


El vituperador Catenaccio perecería estrepitosamente, ante el estupor de los presentes, en la final del Mundial de México 1970 ante la gran selección de Brasil con Pelé y Garrincha. Pese a contar con un inquebrantable planteamiento defensivo, Brasil le endosaría una sonrojante y dolorosa goleada por cuatro goles a uno. Acabaron los años sesenta y, con ellos, el uso sistemático del Catenaccio. La época de los equipos amarrategui echaría el telón para que los equipos más vistosos cobrasen protagonismo. Décadas después, estos preceptos se convertirían en idiosincrasia del contraataque para entender el fútbol moderno. 

Años después, el paradigma de fútbol lo protagonizaría el Fútbol Total que, con Johan Cruyff y Rinus Michels a la cabeza, llevó a la Naranja Mecánica a las finales de los Mundiales de Alemania 1974 y Argentina 1978. Este equipo entendía como fundamental la recuperación del esférico y, para lograrla, ejercían una asfixiante presión por todo el campo, además de achicar espacios para dificultar la salida de balón del rival. Aparte de jugar con un balón, ése era el único denominador común existente entre dos estilos tan diametralmente opuestos.

El tan pragmático fútbol italiano ahí está. Los éxitos siempre han ido parejos a él. Italia ganó el Mundial de Alemania 2006, el Milan se hizo con la Liga de Campeones en 2007 y el Inter de Milán de José Mourinho, principal exponente de este tipo de fútbol conservador en la actualidad, se hizo con el triplete en 2010. No obstante, en los últimos años se ha ido evidenciando en la Serie A una apuesta por los delanteros en detrimento de los defensas. Parece que el fútbol está cambiando sigilosamente. Cobra sentido la frase los buenos delanteros ganan partidos y los buenos defensores ganan campeonatos.


Fuentes: Matías Rodríguez (6/5/2011). Catenaccio: El enemigo del fútbol. Blog Fobal 2000; Marcos López (18/9/2006) CATENACCIO. Blog Futbolitis; Bernardo Salazar (18/6/2010) El austriaco Rappan inventó el Catenaccio y lo aplicó con Suiza. Diario As.

12 de abril de 2012

Leyendas: Franco Baresi


La clave en el fútbol está en ser distinto al resto. Más allá de los títulos, se trata de ser un jugador cuyo paso por este deporte no pase inadvertido. Hay que reinventar el fútbol y provocar que el paradigma de percepción ya nunca sea el mismo después de tu llegada. Si en las últimas décadas, ha existido un jugador que capte esta esencia, ése es, sin duda, Franco Baresi, el hombre que podía hacer una defensa con tres neveras.

Nació en Travagliato, una localidad cercada a Milán, en 1960. Hablar de Baresi es hacerlo de uno de los mejores defensas centrales de la historia. Es, tras Paolo Maldini, el segundo jugador con más partidos en la historia del Milán (719 encuentros). Su infancia no fue fácil en absoluto. Con trece años, quedó huérfano de madre y, con diecisiete, falleció su padre. Tanto él como su hermano, Giuseppe, quedaron a cargo de su hermana mayor. En ese contexto, el joven Franco comenzó a practicar el fútbol. Desde el Inter de Milán, empezaron a barajar tanto su nombre como el de su hermano.

Así las cosas, los dos jugadores realizaron la prueba de admisión para el club nerazurro. Sin embargo, Franco Baresi fue rechazado para desempeñar el puesto de defensa central a causa de su corta estatura. Giuseppe, por su parte, sí fue aceptado por el club. No obstante, eso no le hizo perder la fe por jugar al fútbol. Fue sólo un bache en el camino en el que, tras dos intentos fallidos, consigue ingresar en los escalafones inferiores de Milanello en 1974 como juvenil. No sería hasta 1978 cuando el jugador italiano asciende al primer equipo, en el que permanecería hasta 1997, año de su retirada.


En concreto, su debut oficial se produjo el 23 de abril de 1978 ante el Chievo Verona. La segunda temporada en el club rossonero (1978/1979) sería la de su consagración como eje indiscutible en el centro de la zaga y, además, se proclamó campeón del Scudetto, precisamente el año que se retiraría el irreemplazable Gianni Rivera. Las temporadas sucesivas serían fructíferas para el jugador italiano que vio cómo su nivel aumentaba a un ritmo exponencial. Pero se torcieron las cosas...

En 1980 comenzaron a extenderse rumores sobre fraude deportivo en el Milan. La conjetura tomaría un cariz serio cuando finalmente se descubrió un vínculo existente entre el presidente del club lombardo y una sórdida red de compra de partidos. En consecuencia, el Milan es descendido administrativamente a la Serie B, un caso análogo al escándalo Moggigate, ocurrido en 2006 con la Juventus. Así las cosas, el club regresaría a la máxima categoría nacional en la temporada siguiente. Esta vez los méritos no fueron deportivos y el Milan descendió de nuevo al infierno de la Serie B.

Sería en 1983 cuando el Milan vuelve a la Serie A y se asienta firmemente en la competición. Tras volver del destierro, Baresi ya es un jugador experimentado, consolidado en el fútbol italiano y fue uno de los más importantes en el requerido retorno del club a la élite italiana. Nils Liedholm, ex-futbolista sueco de los años cincuenta, es nombrado nuevo técnico del club lombardo. Comandado por el nórdico, Baresi adquirió las claves para convertirse en uno de los máximos referentes del puesto de defensa central.


Con la llegada del omnipresente Silvio Berlusconi al club en 1986, también aterrizó un nuevo entrenador que sustituiría a Liedholm. En efecto, se trata de Arrigo Sacchi, técnico con el que Baresi alcanzó su mejor nivel, nunca exhibido antes. Sacchi asumió el legado del inconcluso Liedholm y, bajo su mandato, el Milan se erigió como uno de los equipos más grandes de la época y, por extensión, de la historia. Lejos de cualquier tentativa de catenaccio, la propuesta del técnico italiano, caracterizada por un riguroso orden táctico, fue realmente embaucadora.

Sacchi formó una inconmensurable defensa compuesta por el mismo Baresi, Maldini, Costacorta y Tassotti. Despuntaban también Galli, Massaro y Albertini. La delantera de ensueño, que embarcó en el club a finales de los ochenta, estaba formada nada menos que por Marco Van Basten, Frank Rijkaard y Ruud Gullit. De hecho, el podio del Balón de Oro en 1988, año que Holanda ganó la Eurocopa, estuvo formado por los tres jugadores y que se adjudicaría finalmente Marco Van Basten.

Al año siguiente, precisamente, Baresi quedó segundo en el podio de dicho galardón individual. Nada banal para tratarse de un defensa. Baresi era un jugador muy expeditivo, con buen desplazamiento en largo del esférico, buena colocación y especialmente bueno para salir de la cueva con el balón jugado. Por ello, muchos lo consideran el heredero natural de Franz Beckenbauer. Sobre él, se edificó el mejor Milan de todos los tiempos. Su especialidad era perpetrar la táctica del fuera de juego.


En esta misma línea, el empleo sistemático del off-side en las reñidas eliminatorias de Copa de Europa contra el Real Madrid rompía todos los esquemas del club blanco. Con un estilo exorbitante, Franco Baresi dejaba en posiciones ilegales a Hugo Sánchez o Butragueño. Toda la defensa se movía al unísono, como una maquinaria perfecta con todos sus resortes engrasados. Tras la marcha de Sacchi en 1991, Baresi consiguió cosechando títulos con el club con Fabio Capello como técnico que siguió la línea establecida por su memorable predecesor.

A nivel internacional, disputó un total de 81 partidos con la selección italiana y anotó un gol. Jugó los Mundiales de España 1982, del que se proclamó campeón aunque no jugase ni un minuto, Italia 1990, en el que legó a semifinales cayendo ante la Argentina de Maradona, y Estados Unidos 1994, en el que perdería la final de Pasadena frente a la Brasil de Romario desde los once metros. En esa final, Baresi erró su penalti.

En las veinte temporadas que militó en el Milan, consiguió un palmarés realmente envidiable: 6 Scudettos, 4 Supercopas de Italia, 3 Copas de Europa, 3 Supercopas de Europa y 2 Intercontinentales, amén del Mundial con la azurra en España 1982. Por sus inefables hazañas, su dorsal en el Milan, el 6, está terminantemente retirado. Este era Franco Baresi, un jugador fiel acérrimo de sus colores, rechazado en la niñez por una titánica falta de criterio pero demostró que el esfuerzo y la confianza en uno mismo pueden obrar auténticos milagros.


Fuente: Juan Chenlo (4/8/2011). Franco Baresi. Blog La Mazeta Deportiva.

8 de abril de 2012

No leas este artículo


Si no le has hecho caso al título, tengo que prevenirte, a ti, querido lector. Me siento obligado a ponerte en conocimiento. El artículo que estás a punto de leer es completamente desaconsejable. Es más, su contenido el altamente nocivo para tu salud, por lo que te aconsejaría seriamente que cerraras esta pestaña y abrieras Tuenti u otra página. ¿No lo has hecho? Llámame malpensado, pero igual es que te va la marcha. En cualquier caso, me veo obligado a prevenirte sobre las consecuencias que esta lectura te puede ocasionar. ¿No? Pues tú mismo, oye...

Recuerdo a una sugerente chica catalana que conocí hace más de tres años. Entre nosotros sólo existía una desenfrenada atracción física. Mis delirios se enervaron cuando descubrí su hipnótica identidad. Manejaba muy bien las tornas de nuestra relación y, lo reconozco, más de una vez nos pasamos con las copas. Podía ir con ella a cualquier rincón del mundo y causaba la admiración de los demás, como así lo demostraban los regueros de baba que dejaban tras su paso. Visitamos París, Roma y Londres. Conservo recuerdos mágicos de sendas veladas.

Tan potente fue dicha relación que nos enamoramos. Eso no fue sólo el primer paso de un lacrimógeno romance. Era perfecta. La verdad sea dicha, la admiración no es sino sembrar la envidia. Haz algo bien y saldrán envidiosos hasta debajo de las piedras. Efectivamente, no fueron pocas las críticas carentes de fundamento que escuché de ella. Dispuesto a hacer caso omiso a todas, me percaté de la realidad: Crea envidia. Es un rasgo inequívoco de que estás haciendo las cosas bien.

Hace tiempo me gustaba el fútbol. Luego conocí al Fútbol Club Barcelona. Ahora amo el fútbol. Lo que ocurre es que tanta perfección es sospechosa. En realidad, nunca viene mal escuchar a los llourones con su diarrea dialéctica tras una  abrumadora exhibición de fútbol del Barça. ¿Con qué nos reiríamos si no? Si me permitís el símil, es algo así como las pepitas de una sandía. Sólo hay que apartarlas para seguir disfrutando de ella.

El fútbol, por desgracia, se está convirtiendo en algo previsible. Reconozco que antes molaba más. Da igual el entorno en el que nos movamos. Ocurre con frecuencia en la Liga, de vez en cuando en la Copa y, recientemente, en Champions. En cualquier caso, el damnificado siempre es el Fútbol Club Barcelona. ¿No me creéis? ¿Ni tan siquiera sabéis de qué hablo? Muy fácil. Sólo hay que echarle un vistazo a Twitter tras un partido del equipo azulgrana.

A propósito, hoy no le dedicaré ninguna de mis emotivas palabras a Punto Pelota, programa paradigma del buen periodismo. Tampoco diré que todos los programas afines al Real Madrid (véase TeleMadrid) me provocan una extraña sensación en el estómago. Creo que son náuseas. Pero no lo diré. También me gustaría meterme con la prensa pero mejor no. Hoy me meteré contigo.

Tras este inciso, puedo parecer arrogante y presuntuoso. En realidad, no me importa mucho. Estoy un poco revoltoso y me apetece divertirme, así que tú eres mi víctima de hoy. Lo siento, no es nada personal. Aunque, estás de enhorabuena y no es porque te dedique mi precioso tiempo. Es porque aún tienes una oportunidad de salvarte. Sí, oyes bien. Sólo tienes que prometerme que tú no estás detrás de muchos tweets que he leído esta semana...

En concreto, me refiero a los que piden la vuelta de Raúl a la selección tras su gran partido contra el Athletic, que de poco sirvió. Otros tweets que han esbozado una airada sonrisa en mi cara son los etiquetados con el hashtag #RoboAlX, siendo X, el equipo que pierde contra el Barça. A decir verdad, el de #RoboAl Granada sí que hizo que me desternillara porque en ese partido al Granada le pitaron dos penaltis. Robo no. Robo a mano armada y de condena irremisible.

En suma, todos los que andan detrás de esas etiquetas entienden de fútbol lo que yo de chipriota. Nos guste o no, eso es lo que vende: la polémica, los debates absurdos y las ayudas arbitrales que nadie se cree. Por afán de vender, estos medios sensacionalistas, han olvidado la auténtica esencia del fútbol. En lugar de posesión, jugadas y goles, sólo se habla de árbitros, comités y cartulinas. Dicen estos eruditos que el juego del Barça aburre. Apostaría mi cabeza a que ellos mismos se deleitan con el juego de La Roja, siendo la base de la selección básicamente la misma que la del Barça. Empiezo a pensar que algo les falla en la azotea...

Lo reconozco. Tiene gracia ver a los llourones llorar, valga la redundancia. A ver si lo entiendo. El señor Mourinho espera a los árbitros en el párking, mete dedos en ojos ajenos, tira por la borda todos los valores del club, no hay pistas de unión en el vestuario, se hacen estridentes fichajes de muchos ceros, comete graves errores tácticos (como poner trivote en Villarreal, por ejemplo) y, aún así, hay gente que ejerce campañas de desprestigio contra el Barça, por no llamarlas difamación. ¿No sería más conveniente preocuparse por lo que ocurre en casa y dejar en paz a los demás? Vergüenza me daría a mí ser del Madrid.

A todo esto, ¿Sigues por aquí? Eso es señal de que no ha seguido mi consejo inicial. ¡Lo sabía! Demasiado tentador, ¿No? Por suerte, sigues vivo y el veneno aún no ha surtido su letal efecto. Si tus retinas no se achicharraron en el segundo párrafo, puede ser un peligroso síntoma de que te estás pareciendo a mí. Yo en tu lugar tendría cuidado porque, según escuché hace tiempo, sólo se pega lo malo.

4 de abril de 2012

Los balones de la Eurocopa


Conocemos desde hace varios meses el balón oficial designado para la Eurocopa de Polonia y Ucrania que veremos este verano. En efecto, el Tango 12 rememora el clásico estilo de los míticos Tango que fueron testigos silenciosos en todos los torneos internacionales desde el Mundial de Argentina en 1978 hasta la Eurocopa de Bélgica y Holanda en 2000

Fueron veintidós años en los que, sirviéndose de muchos estilos, Tango estuvo presente en todos y cada uno de los certámenes que tuvieron lugar. Desde el mítico modelo River hasta los Terrestra o Tricolore, más cercanos a nuestros días, los Tango sufrieron una profunda evolución en lo que a su diseño y prestaciones tecnológicas se refiere. Los clásicos treinta y dos paneles acabados con estos triángulos curvilíneos forman ya parte de la historia moderna del fútbol.

Decidido a hacerse un hueco en la historia, el Tango 12 se suma a una larga lista de esféricos del segundo torneo más prestigioso del mundo a nivel de selecciones, tras la Copa del Mundo. Con un estilo clásico y sobrio, el nuevo Tango 12 cuenta con las más vanguardistas incorporaciones técnicas, y rigurosas demostraciones prácticas que han confirmado su apropiado rendimiento. A propósito, echémosle un vistazo a todos los balones que han rodado en el escenario de una Eurocopa, todos ellos de la mano de Adidas.


Eurocopa Francia 1984. El Tango Mundial fue el primer balón de este tipo que se utilizó para el torneo. Tras los Mundiales de Argentina 1978 y España 1982, el modelo Tango pionero se mantuvo prácticamente intacto por muchos años. De hecho, para la Eurocopa de Francia el esférico era muy similar al que se usaría en el Mundial de México en 1986.


Eurocopa Alemania 1988. El diseño era básicamente el mismo. Incluía, a modo de novedad, el logo de la competición, enmarcado por los vivos tonos negros del Tango. Aún asi, la firma alemana se mostró conservadora en el diseño del nuevo balón y éste no contaba con diferencias muy abismales en relación a su predecesor. Se llamaba Tango Europa y, con él, Holanda conquistó su primer título europeo hasta la fecha con Van Basten, Rijkaard y Gullit.


Eurocopa Suecia 1992. Tras el Mundial de Italia 1990, sobre los modelos Tango se inscribió una leyenda basada en la legendaria civilización etrusca que se asentó en Italia varios siglos antes de Cristo. De ahí su nombre, el Etrusco Único tenía más elaborados sus clásicos triángulos dispuestos en la estructura de los modelo Tango. Esta vez estaban aderezados con elementos clásicos de esta milenaria cultura transalpina.


Eurocopa Inglaterra 1996. El Questra Europa introdujo el concepto del color sobre la estructura Tango. Su diseño hacía alusión a los Three Lions en color azul, liderados por una rosa al centro, símbolos de la Federación Inglesa. Consta del logo oficial de la competición en una de sus caras. En 1996 el fútbol volvió a casa en la primera Eurocopa que se decidió con un gol de oro, obra del alemán Oliver Bierhoff ante República Checa.


Eurocopa Bélgica y Holanda 2000. Curiosamente, el incio del nuevo siglo supuso el final momentáneo para los balones Tango. La estructura del Terrestra Silvestream evocaba a la modernidad y su estilo acuático hace referencia a las rutas marítimas de las que se sirvieron los comerciantes holandeses y belgas siglos atrás. En el apartado técnico, era un balón mucho más suave, rápido en el deslizamiento y con un bote un tanto impredecible.


Eurocopa Portugal 2004. El balón pionero post-Tango fue el célebre Roteiro. Con un atractivo diseño plateado, mantenía los treinta y dos paneles, su capa era impermeable y contaba con la incipiente técnica de adherencia técnica patentada por Adidas. Con este cuero, la sorprendente Grecia de Charisteas ganó a la anfitriona Portugal de Luis Figo y Cristiano Ronaldo en su propio feudo. Sin duda, supuso un paso en firme hacia el prometedor futuro de los balones.


Eurocopa Austria y Suiza 2008. España se adjudicó su segunda Eurocopa con el Adidas Europass. Al igual que ocurriera con el Teamgeist en Alemania 2006, este balón supuso una revolución con sus predecesores en concepto de características técnicas. Su diseño era blanco y adornado con doce círculos negros, a semejanza del balón clásico del fútbol pero mucho más desarrollado. Sus paneles estaban termosellados, lo que daba una sensación de esfericidad perfecta y contaba con una capa exterior de PSC-Texture, destinada a mejorar el tacto. Su variante para la final sería el Europass Gloria, de color plateado y con referencias a los campeones anteriores.


Eurocopa Polonia y Ucrania 2012. Doce años después, Tango vuelve a ver la luz en un gran escenario. La tecnología ha cambiado mucho desde el extinto Terrestra de 2000 pero el diseño se mantiene indemne. Supone trasladar la esencia clásica del fútbol a los tiempos modernos. Algo como una modernización del diseño. Con los paneles en negro, el Tango 12 cuenta con motivos de las banderas de sus anfitriones: Polonia y Ucrania. Vuelve Tango, vuelve el fútbol.

Fuente: Historia completa de los Balones de la Eurocopa (1984-2012). Taringa.net.

1 de abril de 2012

Equipos de leyenda: Brasil 2002


En una calurosa tarde parisina de 1998, Mario Zagallo, director técnico de Brasil, buscaba revalidar el título de campeón del mundo que, cuatro años antes en Estados Unidos, habían levantado con Romario como maestro de ceremonias. Todo parecía seguir el guión establecido pero en fútbol las cosas no son tan sencillas. Así se lo harían saber Zidane y compañía que pospondrían la fiesta de la canarinha cuatro años después.

La tarde previa a la final en Saint-Denis fue algo sórdida en la concentración de Brasil. Ronaldo, estrella del equipo, sufrió convulsiones en el hotel e incluso se dijo que permaneció inconsciente durante dos horas. La moral del equipo estaba por los suelos a pesar del buen torneo que habían realizado. Realmente, Francia 1998 se convirtió en una pesadilla para Brasil. No obstante, los brasileños estaban convencidos de que volverían para conquistar el penta.

Zagallo, quien fuera campeón del Mundo con Pelé en los Mundiales de Suecia 1958 y Chile 1962 alineó a Edmundo pero finalmente la exigencia de los patrocinadores y la presión mediática sentaron a El Animal y le dieron la titularidad a Ronaldo, poniendo en peligro su vida. Ya en el partido, El Fenómeno tuvo un violento choque aéreo con Fabien Barthez que aceleró su debilitamiento físico. El resultado lo conocemos todos. Francia goleó a Brasil por tres goles a cero y hundieron en el abismo a la canarinha. En el horizonte acechaba una nueva oportunidad para conquistar el anhelado Pentacampeonato del Mundo: Corea y Japón 2002.


En la cita asiática, Ronaldo acudió formando una delantera temible junto a Rivaldo y Ronaldinho. Dicho sea de paso, se caldeó un debate público que le exigía al seleccionador, Luis Felipe Scolari, la aparición de Romario en la seleçao. Finalmente, el 6 de mayo Felipao anunció la lista de los 23 convocados en la que no figuraba O Baixinho. Antes de acudir al certamen, Ronaldo tuvo que lidiar contra las duras lesiones que lo asediaban. Con el Inter se desgarró el tendón rotuliano de su rodilla derecha, lo que desencadenaría un calvario para el jugador brasileño.

En aquella mítica plantilla destacaban sus laterales: Cafú y Roberto Carlos, ambos con gran recorrido y versatilidad ofensiva. La zaga del equipo la formaban Roque Júnior y Lúcio, del Milan y Bayer Leverkusen, respectivamente. El jogo bonito de la mitad de la cancha era perpetrado por Edmílson, Gilberto Silva y un todocampista de la talla de Kléberson. El famoso cuadrado ofensivo estaba formado por los citados Kléberson, acompañado de Ronaldinho, Rivaldo y con Gilberto Silva como guardaespaldas. Sobre este cuadrado con tanta movilidad se erigió todo el entramado ofensivo de la seleçao

Obviamente, hay que hacer mención a la espectacular delantera donde se hacía efectiva la magia gestada por los jugadores de la línea creativa anterior. Ronaldinho hacía las veces de falso delantero y conectaba el centro del campo con la delantera en la que la explosividad de Rivaldo y la contundencia de Ronaldo acometían el ataque. En efecto, un joven Ronaldinho y unos Rivaldo y Ronaldo más experimentados que en Francia formaban una peligrosa combinación en la que se aunaban clase y eficiencia goleadora. De hecho, Ronaldo se proclamó el máximo artillero del equipo con la incuestionable marca de ocho goles.


El equipo del Pentacampeonato estaba formado también por otros grandes nombres como Marcos; portero del Palmeiras, Denílson, Emerson, Vampeta, Luizao, Kaká y Belletti. Corea y Japón 2002 pasará a la historia, además, por ser el Mundial más controvertido en lo que a arbitraje se refiere. Las sonrojantes actuaciones en los partidos de Portugal, Italia y España fueron maquilladas con el alegría y atractivo juego brasileño que sumía a los espectadores en una sensación narcótica.

Brasil llegó a la final del Mundial tras vencer en la primera fase a Turquía, China y Costa Rica. En octavos de final doblegó a Bélgica para pasar a unos cuartos de final ante Inglaterra en los que la magia de Ronaldinho selló el pase a semifinales. En ellas, les aguardaría de nuevo la increíble Turquía de Hakan Sukur que llegó a las semifinales del certamen contra todo pronóstico.

Así se abrían las puertas de la decimoséptima final de la Copa del Mundo disputada en el estadio de Yokohama en Japón. Al frente, estaba nada menos que la Alemania del omnipresente Oliver Kahn, caracterizada por una gran solidez defensiva comandada por Ramelow, Linke y Metzelder. Curiosamente, sería el primer partido entre Brasil y Alemania en la historia de la los Mundiales. La Mannschaft echó terriblemente en falta a su buque insignia, Michael Ballack, que no pudo disputar la final por sanción. Tras la ceremonia de himnos y los balbuceantes intentos de los jugadores por tararearlos, el telón se abrió con un ritmo frenético. Ambos equipos se lanzaron al ataque con un vertiginoso ritmo inicial para evitar perder balones en zonas comprometidas. Progresivamente, se asentó un ritmo de partido más comedido y comenzaron a llegar las jugadas más elaboradas y perpetradas, sobre todo, por Ronaldinho.


Alemania hizo honor a su idiosincrasia futbolística. Los teutones mostraban un juego muy sencillo, un riguroso orden táctico, estilo pragmático, simple y cuadriculado. El balón circulaba de forma fácil, abundaban los pases sencillos, no se excedían en aspavientos de calidad y las llegadas por la banda eran muy frecuentes. En resumidas cuentas, el juego alemán consiste en lo fácil, sin florituras ni bambalinas o, dicho de otro modo, lo opuesto a la efusividad combinativa y alegría táctica de Brasil. Hamann, primer jugador del Liverpool en jugar una final del Mundial en los últimos cincuenta años, junto con Frings y Schneider protagonizaron desbordes asediantes por las bandas.

La selección alemana defendía muy bien, de forma sistemática y ordenada aunque cometió algunos errores pueriles. Controlaba el balón, que no el juego, pero carecía de profundidad. A Jens Jeremies se le quedó grande la comparación con un mítico como Lothar Matthaüs. Los ataques de la Mannschaft eran realmente inocuos ante la brillantez de un insaciable Marcos. Brasil dominaba más los espacios. Los desplazamientos en largo de sus centrales Roque Júnior y Lúcio buscando a Ronaldo eran realmente precisos y saqueaban la estabilidad de los defensas rivales.

Dicho esto, en este Mundial se pudo constatar el nacimiento de un crack emergente. Lejos de actuar como estrella individual, Ronaldinho hizo un gran trabajo constructivo y elaborador del juego. Con tan sólo 22 años, se desempeñaba en una zona más lejana de la portería que en Barcelona. O sea, algo así como un pasador de ensueño, un asistente de lujo que actuaba sigilosamente desde segundas líneas constructivas, mermando la presión que los jugadores alemanes ejercían sobre él. De hecho, de un magistral pase del Gaúcho nació la primera ocasión de auténtico peligro de Brasil. Ronaldo la cruzó al segundo palo ante la salida de Kahn. Salió afuera rozando las astillas del palo.


El acoso de los alemanes era realmente asfixiante. La Tricampeona del Mundo atoraba con entereza las salidas de balón de Brasil. Pese a ello, no eran muy productivas las recuperaciones. Klose no se mostraba acertado de cara a la portería de Marcos, la puntería no acompañaba a Jeremies, tan sólo Neuville, jugador alemán de origen suizo, puso contra las cuerdas a Cafú en determinadas acciones individuales. Así concluyó el primer tiempo, en el que Brasil pudo adelantarse mediante un potente zapatazo de Kléberson que se estrelló en el larguero.

A la vuelta de los vestuarios, Alemania tuvo varias actuaciones tras las desbordantes acometidas de Schneider por banda. Ese año el jugador alemán fue subcampeón de todo con el Bayer Leverkusen y puso en aprietos a Lúcio, compañero de equipo. El ritmo del partido se ralentizó con el paso de los minutos. Collina bromeaba con algunos jugadores e incluso Edmílson tuvo sus desavenencias con su irreverente camiseta al enfundársela.

Pasaban los minutos y Ronaldo no entraba en juego. Recordaba por momentos a Pelé en la final del Mundial de México 1970 en la que tardó bastante en aparecer. Aunque este equipo distaba notablemente con el de Pelé en concepto de posesión y calidad individual. En los minutos sucesivos, una jugada condenaría a Kahn. Gilberto Silva cabeceó un centro y, después de que el guardameta alemán lo rechazara, el jugador brasileño pisó accidentalmente la mano del portero teutón. Así las cosas, minutos después llegaría el primer gol, obra de Ronaldo, precisamente en un mal despeje de Oliver Kahn.


Ronaldo previó el rechace de Kahn. Esa capacidad profética de anticiparse a lo que va a ocurrir es lo que hace grande a un goleador. Tras el desafortunado rechace, Ronie empujó el balón hacia el fondo de las mallas. A decir verdad, un gol a esas alturas y en un partido sin claro dominador rompió todos los esquemas de la final. El partido estaba roto y el seleccionador alemán Rudi Völler apostó por el cambio de Bierhoff por Klose, de lo que se arrepentiría después. El héroe de la Eurocopa 1996 era un delantero más finalizador y resolutivo. Völler buscaba con este cambio un ataque directo al área teutona. Ante esta tesitura, Alemania basó su juego en balones aéreos, un juego aún menos elaborado, pases sin receptor fijo, acciones por las bandas, centros al área y en un sinfín de jugadas con cuchillo en las que prevalece el corazón a la razón.

El juego de Alemania en el centro del campo comenzaba a hacer aguas. Las pérdidas de balones no hacían más que sucederse, los pases eran rápidamente interceptados por unos muy expeditivos Gilberto Silva y Kléberson hasta que nació la jugada del segundo gol de la noche. Una dejada de Rivaldo en la frontal del área habilitó a Ronaldo que se sirvió de un certero disparo raso para batir a Kahn.  El partido siguió su curso totalmente sentenciado por Brasil mientras los jugadores alemanes merodeaban vencidos y con los brazos caídos. Una de las figuras del encuentro fue Rivaldo, poco vistoso en la final, aunque desempeñó un gran trabajo táctico actuando desde segunda línea.

Cuando Collina pitó el final del partido, toda una nació estalló en júbilo. Se consagró un equipo que pulverizó aquel aforismo que incapacitaba a los defensas brasileños de poder defender. Tras el asentamiento de los zagueros de Brasil en las grandes ligas europeas, éstos adquirieron orden táctico. Fue el Mundial con el que Brasil arrojó algo de luz a las espinosas irregularidades arbitrales y con su quinto Mundial ponía distancia ante Italia con tres títulos. Ronaldo se reivindicó tras el calvario de las lesiones con sus ocho goles y Cafú participaría en su tercera final de un Mundial. Ganó Brasil. Ganó el fútbol.


De la mano del mítico Felipao Scolari, estos fueron los campeones del mundo en Corea-Japón 2002 en sus respectivos equipos. Sin duda, una escuadra para la historia moderna del fútbol:

Porteros: Marcos (Palmeiras), Nelson Dida (Corinthians) y Rogerio Ceni (Sao Paulo).

Defensas: Marcos Evangelista Cafú (AS Roma), Lúcio (Bayer Leverkusen), Roque Júnior (AC Milán), Edmílson (Olympique de Lyon), Roberto Carlos (Real Madrid), Juliano Belletti (Sao Paulo), Anderson Polga (Grêmio) y Júnior (Parma).

Centrocampistas: Ricardinho (Corinthians), Gilberto Silva (Atlético Mineiro), Rivaldo (Barcelona), Ronaldinho (París Saint-Germain), Kléberson (Atlético Paranaense), Vampeta (Corinthians), Émerson (AS Roma) y Juninho Paulista (Flamengo).

Delanteros: Ronaldo (Inter de Milán), Denilson (Real Betis), Edilson (Cruzeiro), Luizao (Gremio) y Kaká (Sao Paulo).

Formación de las selecciones de Brasil y Alemania en la final de Yokohama. La seleçao apostó por una defensa de tres mientras que Cafú y Roberto Carlos se desempeñaban como carrileros muy ofensivos. La Mannschaft contaba arriba con una abrumadora delantera Neuville, Schneider y Klose.